El sol bañaba el espacio por completo. El brillo tenía el ambiente de un caráter celestial. Hacía tiempo que no se sentía el calor de esa manera, que no se respiraba vida en cada bocanada de aire.
Sus dedos pasearon por sobre las puntas de los claveles. Su paso era calmado, danzante, sin interferir con el cuadro. Era un elemento más de la composición. Fresca, renovada, en paz. Parecía no recordar lo sucedido la noche anterior. No la culpo. Nadie querría hacerlo.
Sus vestidos rasgados habían sido reemplazados por ropa veraniega y una seguridad normalmente escasa en ella. Ese día sentía que podía hacer lo que sea. Que el mundo era suyo y no se equivocó.
Respiró hondo y escondió en lo más profundo de su mirada la naturaleza de su venganza. Ese sería su secreto y sólo lo compartiría con el sol, que según el calendario saldría exactamente en veintiséis días y medio. Suficiente tiempo para tener anécdotas que compartir...

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