miércoles, 25 de abril de 2007

Teobaldo & Entisa

Ha de decirse que no hubo nunca historia más triste, más funesta, más romántica que ésta que relataré a continuación. Se trata de la escena final de un drama clásico de la literatura moderna. El escenario, un parque a orillas de un lago. Nuestros protagonistas, un mondadientes llamado Teobaldo y una aceituna llamada Entisa. Una tarde tormentosa marca el ritmo y la luna es el testigo mayor.

Entisa: Teobaldo, las estrellas y su omnipotente madre acompañan y comprenden mi condición de desdichada. ¿Qué he hecho yo para merecer este castigo?

Teobaldo: Nada, amore mío... mi dulce Entisa, diosa de los alimentos envasados. La disputa entre nuestras familias es una prueba más que el poder máximo nos ha impuesto. Un calvario que debemos sobrepasar para disfrutar juntos en la otra vida.

Entisa: Pero de qué hablas mi querido Teobaldo, señor de la madera y la limpieza dental. ¿Qué dicen tus labios a los míos en esta noche de ráfagas de viento y aluviones intempestuosos?

Teobaldo: Que nuestro amor es puro y debe ser. Que nuestro linaje nos castiga y debemos aceptar. Que nuestro destino es el mismo. El oráculo tenía razón. Apolo ha señalado el camino a recorrer. Somos simples piezas en un juego que los grandes dominan hasta que lleguemos al después.

Entisa: Pero no te entiendo, mi querido. ¿De qué hablas? ¿De qué destino? ¿A qué después invocas para nuestra eterna unión?

Teobaldo: Al después que nos imponen los Dioses. Al después que nos empujan a realizar nuestros progenitores. A la misma muerte que nos llama desde el Hades. Al amor potenciado por la unión de nuestras sangres.

Un grito seco selló la tormenta. Una muerte empeñó el destino de estos malditos amantes. Otra, la desdicha de ambas familias. Los encontrarían al siguiente día abrazados junto al lago, Teobaldo clavado a través de Entisa. La flecha final que cupido envió a esta unión.

Destino cumplido, amor llevado al infinito. La luna es el testigo y llora aún la desdicha de estas almas. Y es que no hubo historia más triste que ésta de Teobaldo y su Entisa.

(Fin)

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