sábado, 12 de julio de 2008

La máscara de la _____e roja

Los ojos del Príncipe se fijaron en aquella figura de espectro que, con pausado movimiento, se paseaba entre los bailarines. Quedó convulso en un primer momento por un violento estremecimiento de terror y repugnancia, pero un segundo después, su frente enrojeció de cólera: ¿quién se atreve a insultarnos con esta ironía blasfematoria?

El enmascarado había causado un terror indefinido en la concurrencia. No hubo nadie que se atreviese a ponerle la mano encima. De manera que el intruso prosiguió su camino sin interrupción, con aquel mismo paso solemne y mesurado que lo había caracterizado desde su entrada, desde la cámara azul a la cámara púrpura, de ésta a la cámara verde, de la verde a la anaranjada, de ésta a la blanca y finalmente a la violeta.

Fue entonces cuando el Príncipe, exasperado de rabia y de vergüenza por su cobardía momentánea, se lanzó precipitadamente a través de las seis cámaras, sin que nadie lo siguiese. Blandía un puñal desenvainado y se había acercado impetuosamente al fantasma que se batía en retirada, cuando éste último, llegando al final del salón de terciopelo, se volvió bruscamente e hizo frente a su perseguidor. Sonó un grito agudo y el puñal se deslizó relampagueante hasta el fúnebre tapiz sobre el cual caía muerto el Príncipe un segundo después.

Reconocieron entonces la presencia de la Muerte Roja. Había llegado como un ladrón nocturno y todos los invitados cayeron uno por uno en los salones de la orgía. La vida del reloj de ébano desapareció con la del último de aquellos seres alegres. Las llamas de los trípodes se extinguieron. Y las tinieblas, la ruina y la Muerte Roja establecieron sobre todas las cosas su ilimitado imperio.

(Fragmento - E.A.Poe)

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