Aquí estoy. Nunca me fui.
Asumiste que el viento de
este invierno pasajero se llevó las hojas.
Pensaste que la arena de
la playa se iría completa.
Que el fuego dentro de mí
se apagaría.
Creíste que las aguas del
mar cesarían de luchar por su propia libertad.
Que la misma revolución se
apagaría ante el primer fracaso.
Creíste que el cielo ya no
tenía más lágrimas para llover.
Y aquí estoy todavía.
Jamás me fui.
El hierro y el destino me
marcaron la piel y seguirán haciéndolo.
En cada paso, en cada
respiro, en cada palabra, en cada pasión.
Creíste que el contorno de
mi sonrisa se había endurecido.
Se había marchitado, había
cesado y ya no había más de mí.
Temiste porque esa luz,
ese faro no guiara más el rumbo de mi vida.
Y yo nunca me fui.

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