
Sentada en el sillón, mirando por la ventana, esperaba al compañero de su vida: aquel hombre que sirviera de soporte y luz en su camino y la salvara de la inevitable rutina.
El viento silbaba entre las ventanas, las hojas rasgaban el paisaje y la copa de vino se mezclaba con su mano.
Sonó la puerta. Sólo una vez y después silencio. Interrupción, pero pronto regresó al trance.
El sol del atardecer iba bañando el horizonte. Las nubes se teñían de malva y azafranado y, de repente, sonó la puerta otra y una vez más. Luego, silencio. Se puso de pie con algo de dificultad y caminó hacia la entrada.
El viento y su silbido acompañaban el sonido áspero de las pantuflas contra el piso parquet. Silencio. Parecía no haber nadie del otro lado. -
¿Quién anda ahí?- dijo suavemente, esperando que solamente el silencio respondiera y eso fue lo que pasó.
Emprendió el regreso. Sumergió sus labios en la copa y tomó el encendedor de plata de su bolsillo. Un cigarro mentolado y la candela provocaron la primera y más dulce bocanada.
Toc-Toc. Sonó nuevamente. Una vez más era secuestrada de su limbo. Ofuscada, se acercó con sigilo para así sorprender al bromista. Su mano se aproximaba a la perilla con un cuidado y concentración felinos. Sus dedos sintieron el frío bronce y se prepararon a girarla.
TOC-TOC-TOC-TOC!!! Retiró el brazo y un grito ahogado brotó de sus pulmones. El miedo era ahora su acompañante. Tomó el florero de la mesa de la entrada como arma. Era momento de enfrentar al invasor.
Volvió a sentir el gélido metal, refrescando el ardor de su mano nerviosa. Respiró profundamente y se puso en guardia. Abrió la puerta de un golpe. Nadie al frente... Sólo el hall y la puerta del ascensor.
Se proponía a regresar cuando sus ojos recorrieron el piso de mármol. Yacía inconciente un hombre. El piso recibió el florero con un estruendo. Era su amado. El compañero cuyo regreso anhelaba diariamente, descansaba inerte frente a ella, con una súplica de ayuda tatuada en el rostro.
Su desgano e incapacidad de vivir la realidad le arrebataron al corazón la última oportunidad. Hoy, sólo le queda esperar la muerte.
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