Ardiendo el motor fue cayendo,
quemando el cielo amarillo
en sus ojos.
El llano se vio completo
de fieles flamantes cerillos
y cerrojos.
Los vientos sólo esparcieron.
Abrazos mil lo encrisparon,
llamándote.
Así es como te siguieron
y ahí es como sucumbieron:
buscándote.
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