
La puerta se llevó consigo la palabra. El romance bebió un sorbo y bastó el suspiro para descubrir el engaño.
Tus batallas perdidas fueron mías al instante. Y el fracaso, el único acompañante. Los combates resumieron tus sollozos y entendí de pronto esa mirada perdida.
Ambos lagos sumirgieron el ego de un idiota que vivía en la más pura existencia y certeza de que ser libre de verdad, depende de la oportunidad de equivocarse.
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